Californication es una de esas series que marcan época. Probablemente no tenga audiencias brutales – como otras series como Lost o CSI – pero quizás en ello radique se esencia.
Californication trata los raíces más delicadas y profundas del ser humano, en un contexto donde cada una de ellas, se encuentra desubicada. El amor, la pasión y la honradez, se mezcla – y contrapone al mismo tiempo – con el sexo, las drogas y la fama. Un multifrutas difícil de digerir, y más si se desarrolla en Los Ángeles. Es cierto que en Californication encontramos más sexo y drogas de lo que un adulto moralista podría digerir, pero más cierto todavía es que la filosofía transmitida por la serie, hace disfrutar y sufrir a la audiencia hasta límites insospechados. Drama y comedia, se entremezclan para dar forma a esta obra maestra.
Pero, pese al evidente peso de estos temas en la trama, el centro rotativo del show es Hank Moody (David Duchovny): donde nace, se desarrolla y muere el argumento. El protagonista. Héroe y antihéroe simultáneamente. Amado y odiado. Simplemente Hank Moody.
Y es que intentar describir al protagonista, sería una pérdida de tiempo. Mejor expliquemos el argumento:
Hank Moody es un escritor neoyorkino, que tras el éxito de su último libro (“Dios nos odia a todos”) se traslada a Los Ángeles para su adaptación al cine. Con él, su hija Becca (Madeleine Martin), una preadolescente que camina entre el heavy metal y la poesía shakespeariana, y la bellísima Karen (Natascha McElhone), su pareja de hecho, una mujer independiente e inteligente. En el reparto también encontramos el representante de Hank y su mujer, Charlie y Marci Runkle.
Tras una relación – el máximo exponente de una montaña rusa – de diez años, Hank y Karen se separan. El primero decide probar todas las mieles que la ciudad del pecado le ofrece –sexo, drogas y rock&roll – mientras que Karen rehace su vida con Bill, el antónimo natural del protagonista. En medio quedan Becca y los Runkle, que sufren en silencio las subidas y bajadas de la marea. Californication camina por dos senderos: el personal y el profesional del protagonista.
En el plano técnico, Californication se encuadra dentro del género de los Dramedia. 30minutos de duración, con una fotografía discreta, y secuencias más bien regulares. También aquí radica su magia: el argumento no se necesita apoyar en la fotografía para conseguir audiencia semana tras semana, simplemente engancha a todo aquel que lo vea.
El reparto, simplemente, lo borda. David Duchovny (Hank Moody) impregna el show con su esencia masculina e inmadura al mismo tiempo, un niño con dos dones: la escritura y el sexo. Natscha McElhone, ilumina el show con su actuación seria y comprometida, y por su belleza incomparable. El matrimonio Runkle amenizan los capítulos con sus situaciones estrambóticas.
Una serie que marcará una época, un antes y después en el género de la dramedia.
Disfruten, por favor, de Californication.
Carlo Marella
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